septiembre 12, 2020
Ser una escuela mentalmente saludable: un reto que merece la pena
Gloria García Bas
Psychopedagogist
Head of Inclusion (iSENCO)
Deputy Child Protection and Wellbeing Coordinator (DCPC)
La salud mental es un componente fundamental de nuestra salud en todas las etapas de la vida y afecta a cómo pensamos, sentimos y actuamos, y, en definitiva, a cómo hacemos frente a situaciones difíciles, cómo nos relacionamos y qué tipo de decisiones tomamos.
La OMS, en su informe sobre salud mental del adolescente (2020), afirma que que entre el 10% y el 20% de los jóvenes de todo el mundo experimenta un problema de salud mental y que la mitad de estos problemas comienzan a los 14 años o antes sin ser detectados y tratados. El suicidio ha pasado a ser la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de entre 15 y 19 años.
Es reconocido ampliamente que el bienestar físico y emocional del niño influyen en su desarrollo cognitivo y aprendizaje, así como en su salud física y social. Teniendo en cuenta que los niños pasan gran parte del día en el colegio, el papel que desempeña el contexto educativo para contribuir a proteger y a promover la salud mental y el bienestar de los niños y jóvenes es más importante que nunca.
El papel del colegio
Una escuela mentalmente saludable es aquella que adopta un enfoque global donde todos los miembros de la comunidad educativa trabajan juntos y se comprometen a crear una cultura positiva donde hay un sentido de pertenencia en un entorno acogedor, inclusivo y respetuoso.
Este enfoque debe comenzar a ser construido desde el compromiso del equipo de liderazgo escolar para defender y apoyar el bienestar emocional de los niños y del personal, transmitir el impacto positivo del mismo en la mejora del rendimiento, la asistencia al colegio y la reducción de los problemas de comportamiento y siendo un elemento clave del plan estratégico del colegio que posteriormente debe materializarse en la práctica
Construcción de relaciones protectoras y positivas.
Tener en cuenta el punto de vista de los niños y sus familias es fundamental para que se sientan comprometidos y para promover una cultura escolar positiva, así como también ser conscientes y asegurarse de que la salud mental del personal de la escuela y la de los padres/cuidadores debe ser tan importante como la de los alumnos para realmente proporcionarles un modelo de bienestar emocional.
Es esencial que el colegio construya relaciones protectoras sólidas con y entre los niños y jóvenes. Ellos deben beneficiarse de crecer en un entorno educativo seguro en el que puedan compartir sus preocupaciones y sientan que sus emociones y pensamientos son validados, que son escuchados y que encuentran el apoyo que necesitan tanto en el equipo docente como en sus propios compañeros. Simplemente, el hecho de que sepan que hay personas de confianza con quien poder hablar cuando lo necesitan, sin sentirse juzgados, ya es de por sí una estrategia terapéutica.
Promoción del desarrollo de habilidades emocionales y sociales a través del currículum.
Una escuela mentalmente saludable es aquella que es capaz de maximizar el aprendizaje de los alumnos mediante la promoción del desarrollo de habilidades emocionales, relacionales y de salud física esenciales para saber hacer frente a los contratiempos; que les ayude a identificar factores de protección y a poner en práctica estrategias de autocuidado en un entorno donde se pueda hablar abiertamente sobre la salud mental y desafiar estigmas y actitudes negativas. Eventos escolares concretos que potencien la cultura de bienestar, como un día de la salud mental o una semana de seguridad digital, e incorporar planes de lecciones dentro del currículum enfocados al desarrollo de dichas habilidades, son algunos ejemplos.
La identificación y atención temprana
El equipo docente debe recibir formación y equiparse de herramientas para desempeñar un papel clave en la identificación temprana de los síntomas emergentes de las necesidades de salud mental y saber qué hacer si tiene alguna preocupación al respecto. Aprender a chequear cómo se sienten los alumnos al inicio del día o incorporar un buzón de preocupaciones en el aula puede ser un buen punto de partida en el proceso de detección y apoyo.
Son necesarios sistemas robustos de detección y derivación para intervenir lo antes posible cuando las dificultades de salud mental interrumpen el progreso y el funcionamiento saludable de un niño o joven, proporcionando apoyo personalizado ajustado a sus necesidades y trabajando de manera colaborativa con las familias y agentes especializados externos cuando sea necesario.
Si algo he aprendido en estos tiempos como responsable del departamento de inclusión educativa y miembro del equipo de protección y bienestar del centro educativo en el que llevo trabajando más de 15 años, es la tremenda capacidad de recuperación innata del ser humano, especialmente de los niños y jóvenes, y su resistencia para sobreponerse de una experiencia tan transcendente como la que estamos viviendo.
Hoy más que nunca prevenir, proteger y atender las necesidades de bienestar emocional en la infancia y adolescencia es contribuir a que puedan construir una vida mejor en la que entiendan que los contratiempos forman parte de nuestra experiencia de vida, y que aprender de ellos, saber encontrar formas de cuidar de uno mismo y de conectar con los demás les hará dar sentido a sus vidas y, por lo tanto, llegar a ser personas más felices.